jueves, 26 de junio de 2014


TRAS LOS PASOS DEL WENDIGO. PARTE I. LA LEYENDA EN LA MITOLOGIA DE LOS ALGONQUINOS

El mito del Wendigo me viene persiguiendo desde hace más de 40 años, cuando me interné por primera vez en el caos de horror cósmico representado por la literatura de Howard Phillips Lovecraft, su círculo de seguidores y sus ilustres ancesttos literarios. Mi primer encuentro con la fantástica criatura de los bosques boreales helados fue a través de la insuperable antología de Rafael Llopis (1969 en la que figuraba el extraordinario relato corto de Algernon Blackwood “The Wendigo” (del que hablaré en la Parte II de esta historia). Me impresionó ese retrato de una irresistible fuerza de la naturaleza desatada en la tundra canadiense y, aunque éste era un constructo literario, descubrí que tenía sus raíces en antiquísimas creencias de los Algonquinos, un notable pueblo originario del que hablaré más tarde. El mítico Wendigo no solo derivó en personaje de cuentos y novelas a cuál más extraña, sino que es un objeto de intensos estudios antropológivos y aún psicológicos, y últimamente se transformó en un ícono pop y estrella de comics. Entonces, comienza aquí la historia del misterioso morador de las inmensidades heladas.

Hambrunas, antropofagia y el terror del Wendigo

Windigo: monstre fabuleux, espèce d'homme géant et antropophage”. Esta definición se encuentra en el léxico de la lengua algonquina de Cocq (1886) y en Chamberlain (1900). Los Algonquinos (Fig. 1A) son habitantes nativos de Canadá que hablan algonquino, un dialecto divergente de la lengua Ojibwe a su vez parte de la familia Algonquiana de lenguajes. Su relación cultural y lingüística más estrecha es con los Odawa y los Ojiwbe con quienes forman el agrupamiento Anicinàpe (Anishinaabe). Este pueblo se llama a sí mismo Omàmiwinini (plural: Omàmiwininiwak) y el término común “Algonquino” se supone que deriva de una palabra de los Maliseet (otro gripo étnico) elakómkwik  que significa "ellos son nuestros parientes/aliados”. El grupo de pueblos de lengua Algonkiana, nombrado así a partir de la tribu Algonguina, es mucho más extenso extendiéndose desde Virginia a las Montañas Rocosas y hacia el norte, hasta la bahía de Hudson (Jenness, 1932). Los algonquinos han sido antropológicamente estudiados extensivamente, especialmente sus relaciones con el mundo natural y sus adaptaciones al hábitat boscoso boreal (Martin, 1978; Steegmann, 1983).
El Wendigo es también conocido como  windigo, weendigo, windago, windiga, witiko, wihtikow, y otras numerosas variants como  manaha, etc. (Levy, 2013). La criatura (o espíritu) puede poseer de un humano, o de un monstruo físicamente transformado a partir de una persona y está partcularmente asociado al canibalismo. La leyenda del Wendigo o Witiko se inserta en la alarga y venerable tradición de los monstruos de forma humana, presentes en todas la culturas e incluyendo a seres tan variados como el Yeti, el Sasquatch, el Hombre Lob y tantos otros (Halpin & Ames, 1980; Podruchny, 2004). Ya en la Edad Media existían dos escuelas en relación al significado y origen de estos monstruos: una, derivada de la antropología humana de San Agustín que consideraba a todas las aberraciones fisiológicas reportadas, ya sea individuales o de todo un grupo de gentes, como parte de una diversidad deliberada de la creación en la cual, cada ser racional es aún descendiente de Adán. La otra tradición pertenece a Europa del norte, es más tardía e influenciada por fuentes germánicas y desarrolló historias de humanoides monstruosos que son la corporización de fuerzas malignas. (Jeffrey, 1980).
Existen numerosas descripciones del Wendigo (Fig. 1B,C), tan variadas como sus fuentes. Una especialmente detallada es la del Padre Guinard que la obtuvo  de indios Tête-de-Boule (Guinard, 1930; Preston, 1980): “Los witikos son caníbales solitaries y agresivos, desnudos pero insensibles al frío, con piel negra cubierta de arena adherida con resina. No tienen labios, poseen grandes dientes corrompidos, aliento sibilante y grandes ojos inyectados en sangre parecidos a los de las lechuzas. Sus pies miden más de sesenta centímetros de largo con grandes talones puntiagudos y un solo gran dedo: así es como aparecen sus huellas en la arena y la nieve. Los dedos y las uñas son como las garras de los grandes osos montañeses.La voz es estridente, reverberante y emitida en aullidos, y su comida es Madera podrida, musgo del pantano, hongos, cadáveres y carne humana. El witiko tiene extraordinaria fuerza iy es invulnerable. Es un cazador nocturno de hombres; cuando está cerca, su corazón late con alegría dos veces más rápido que lo normal sonando como el tamborileo de un urogallo. Pueden volar y también nadar bajo el agua formando grandes olas para voltear canoas. Tienen precognición de la laocalización de sus víctimas.”

También Basil Johnston, un profesor y estudioso ojibwa de Ontario, nos da una descripción de cómo el Wendigo era visto: “El Wendigo era delgada hasta la demacración, su desecada piel tirante sobre sus huesos. Con sus huesos sobresaliendo contra su piel, su complexión del gris ceniza de la muerte y sus ojos enterrados profundamente en sus órbitas, el Wendigo se veía como un flaco esqueleto recientemente desenterrado de la tumba. Los casi inexistentes labios estaban hechos jirones y sangrientos [….] Sucio y sufriendo de supuraciones de la carne, el Wendigo exhalaba un extraño y eerie olor de decadencia y descomposición, de muerte y corrupción.”
Los algonquinos creían que, quienes consumían carne humana estaban en particular riesgo de convertirse en Wendigos: la leyenda parece haber reforzado el tabú de la práctica de la antropofagia, que podía no ser raras en esas tierras inhóspitas donde la escasez de alimentos era recurrente. Por eso, el Wendigo es frecuentemente descrito en la mitología algonquina como una fuerza balanceadora de la naturaleza. Todas las culturas en las que aparece el mito del Wendigo compartían la creencia de que los seres humanos pueden transformarse en Wendigos si comen carne humana o, alternativamente, ser poseídas por el espíritu demoníaco del Wendigo, frecuentemente en un sueño. Ya transformada, la persona se volverá violenta y obsesionada con consumir carne humana. La causa más frecuente de transformación era si la persona se había vuelto antropófaga para evitar la inanición hasta la muerte en tiempos de necesidad extrema como en inviernos duros o épocas de hambruna (Brightman, 1988). Entre las culturas algonquianas norteñas, el canibalismo, aún para salvar la propia vida, era visto como un serio tabú: la respuesta correcta a la hambruna era el suicidio o resignarse a la muerte (Brightman, 1988). En un cierto nivel, el mito del Wendigo trabajaba como un freno y una advertencia en contra de convertirse en caníbal: aquellos que lo hiciesen se convertirían ellos mismos en monstruos Wendigo. Aunque existe una tendencia a asignar sexo masculino al Wendigo, existen también mujeres Wendigo o “Wendigokwé” (Kohl, 1860).
Esta relación entre hambrunas, antropofagia, tabú y Wendigos es reconocida desde hace mucho tiempo habiendo incluso llevado a antropólogos, psiquiatras y psicólogos a definir una controvertida “Psicosis de Wendigo” de la que hablaré en la próxima sección. Dos extraordinarios relatos de viajeros del siglo XIX a los que tuve acceso relatan algunas de las más extraordinarias historias de Wendigos y canibalismo entre los algonquinos. Se trata del relato del Capitán de la marina británica y miembro de la Royal Society, John Franklin (1786-1847) (Fig. 1D) quien comandó una expedición de cuatro años al Oceáno Ártico entre 1819 y 1822 (Franklin, 1823) y las crónicas de viaje del explorador alemán Johann George Kohl (1808-1878) al lago Superior en que describe su vida entre los Ojibwa (Kohl, 1860) (su libro se titula “Kitchi-Gami” que en dialecto ojibwa significa “Agua Grande”). Ambos viajeros y especialmente Kohl relatan que la antropofagia no es en absoluto una práctica habitual de los algonquinos aún en tiempos de extrema escasez de recursos, y que es por el contrario, aborrecida y condenada socialmente en aquellos casos en que un individuo a sucumbido a ella. De allí que el mito de una raza de Wendigos o el de la transformación de un caníbal en uno de estos monstruos, sea con toda probabilidad un constructo cultural para prevenir una práctica considerada abominable, y que volveremos a discutir al tratar la Psicosis de Wendigo.
 Al respecto es interesante destacar que ya Franklin (1823) había relatado que los indios algonquinos llamaban “Windigo-wakon” (traducible como “repollo de Wendigo”) a un líquen que los canadienses de lengua francesa llamaban (y aun llaman) “tripe de roche”. De acuerdo a Cocq (1886) la definición es: “Windigo-wakon, mousse du Windigo; c'est une espèce de fleur noire qui croît sur les pierres; le dessus est lisse et le dessous est velouté.” En el volumen II de su monumental tratado de sustancias medicinales, Pereira (1854) refiere que la “tripe de roche” corresponde a por lo menos cuatro especies de líquenes comestibles del género Gyropohora (G. proboscidea ƥ árctica, G. hyperborea, G. pennsylvanica y G. Mulhenbergii) (Fig. 1E,F). El poder nutritivo parece ser muy magro, el liquen es muy amargo y Pereira (1854) cita la experiencia del propio capitán Franklin y sus compañeros de aventura que comieron de las cuatro especies en momentos en que pasaban grandes privaciones, siendo que varios individuos sufrieron severos vómitos y diarreas. Sin embargo, la “tripe de roche” es aún hoy día listada como planta comestible, por ejemplo en la enciclopedia de Fernald & Kinsey (2011). Kohl (1860) realiza una probablemente correcta interpretación de la relación entre el Wendigo y el Wendigo-wakon. Según él “Sólo aquellos llevados por la locura del ayuno y la necesidad, la recogen de las rocas y usan como comida. Los Indios, que como dije, la llaman “Repollo de Wendigo”, parecen indicar con esto que estos pobres miserables famélicos pueden recurrir a comida honesta por tanto tiempo como sea posible, y solo descender a las mayores profundidades de la brutalización cuando esa hierba desaparece.”
(VER FIGURA AL FINAL DEL POST)




Próximo post: TRAS LOS PASOS DEL WENDIGO. PARTE II. LA CONTROVERSIA SOBRE LA PSICOSIS DE WENDIGO





REFERENCIAS

Brightman RA (1988) The Windigo in the material world. Ethnohistory 35(4): 337-379.
Chamberlain A.F. (1900) Some items of Algonkian folk-lore. The Journal of American Folklore 13(51): 271-277.
Cucq J.A. (1886) Lexique de la Lange Algonquine. J. Chapleau, Montréal.
Fernald M.L. & Kinsey A.C. (2011) Edible Wild Plants of Eastern North America. Dover, New York.
Franklin J. (1823) Narrative of a Journey to the Shores of the Polar Sea in the Years 1819, 20, 21, and 22. John Murray, London.
Guinard J.P. (1930) Witiko among the Tete-de-Boule, Primitive Man 3: 70.
Halpin M.M. & Ames M.M. (1980) Manlike Monsters on Trial: Early Records and Modern Evidence. University of British Columbia Press, Vancouver 6 London.
Jeffrey D.L. (1980) Medieval monsters. Halpin M.M. & Ames M.M. (Editors), The Culture-Bound Syndromes: Folk Illnesses of Psychiatric and Anthropological Interest. Springer, Dordretch, pp. 47-64.
Jenness D. (1932) The Indians of Canada. 7th Edit. The university of Toronto press, Toronto.
Johnston B.H. (2014) http://whisperingdark.wordpress.com/tag/basil-h-johnston/
Kohl J.G. (1860) Kitchi-Gami: Life among the Lake Superior Ojibway (Wanderings round Lake Superior).Chapman & Hall, London.
Levy P. (2013) Dispelling Wetiko, Breaking the Curse of Evil. North Atlantic Books, New York.
Llopis R. (editor) (1969) Los Mitos de Cthulhu. Alianza Editorial, Barcelona.
Martin C. (1978) Keepers of the Game: Indian-Animal Relationships and the Fur Trade. The University of California Press, Berkeley.
Pereira J (1854) The Elements of Materia Medica and Therapeutics Including Most of the Medicinal Substances in Use in the Civilized World. Vol II. 3rd Edit. Blanchard & Lea, Philadelphia.
Podruchny C. (2004) Werewolves and Windigos: Narratives of Cannibal Monsters in French-Canadian Voyageur Oral Tradition. Ethnohistory 51(4): 677-700.
Preston R.J. (1980) The Witiko: Algonkian knowledge and white-man knowledge, in: Halpin M.M. & Ames M.M. (Editors), The Culture-Bound Syndromes: Folk Illnesses of Psychiatric and Anthropological Interest. Springer, Dordretch, pp. 111-131.
Steegmann Jr. A.T. (Editor) (1983) Boreal Forest Adaptations: The Northern Algonkians. Springer, New York.







 Figura 1. A. Algonquinos en un grabado del siglo XVII. B, C. Dos representaciones del Wendigo. D. John Franklin, uno de los primeros exploradores en narrar la leyenda del Wendigo. E. Windigo-wakon, Repollo de Wendigo o Tripe de roche en la representación de Pereira (1854). F. Windigo-wakon al natural.





1 comentario:

  1. Muy bueno tovarich, espero ansioso el próximo post, abrazo Nac&Pop

    ResponderEliminar