TRAS LOS PASOS DEL WENDIGO. PARTE I. LA LEYENDA EN
LA MITOLOGIA DE LOS ALGONQUINOS
El
mito del Wendigo me viene persiguiendo desde hace más de 40 años, cuando me
interné por primera vez en el caos de horror cósmico representado por la
literatura de Howard Phillips Lovecraft, su círculo de seguidores y sus
ilustres ancesttos literarios. Mi primer encuentro con la fantástica criatura
de los bosques boreales helados fue a través de la insuperable antología de
Rafael Llopis (1969 en la que figuraba el extraordinario relato corto de
Algernon Blackwood “The Wendigo” (del
que hablaré en la Parte II de esta historia). Me impresionó ese retrato de una
irresistible fuerza de la naturaleza desatada en la tundra canadiense y, aunque
éste era un constructo literario, descubrí que tenía sus raíces en antiquísimas
creencias de los Algonquinos, un notable pueblo originario del que hablaré más
tarde. El mítico Wendigo no solo derivó en personaje de cuentos y novelas a
cuál más extraña, sino que es un objeto de intensos estudios antropológivos y
aún psicológicos, y últimamente se transformó en un ícono pop y estrella de
comics. Entonces, comienza aquí la historia del misterioso morador de las inmensidades
heladas.
Hambrunas, antropofagia y el terror del Wendigo
“Windigo:
monstre fabuleux, espèce d'homme géant et antropophage”. Esta definición
se encuentra en el léxico de la lengua algonquina de Cocq (1886) y en
Chamberlain (1900). Los Algonquinos (Fig. 1A) son habitantes nativos de Canadá
que hablan algonquino, un dialecto divergente de la lengua Ojibwe a su vez
parte de la familia Algonquiana de lenguajes. Su relación cultural y
lingüística más estrecha es con los Odawa y los Ojiwbe con quienes forman el
agrupamiento Anicinàpe (Anishinaabe). Este pueblo se llama a sí
mismo Omàmiwinini (plural: Omàmiwininiwak) y el término común
“Algonquino” se supone que deriva de una palabra de los Maliseet (otro gripo étnico) elakómkwik que
significa "ellos son nuestros
parientes/aliados”. El grupo de pueblos de lengua Algonkiana, nombrado así
a partir de la tribu Algonguina, es mucho más extenso extendiéndose desde Virginia
a las Montañas Rocosas y hacia el norte, hasta la bahía de Hudson (Jenness,
1932). Los algonquinos han sido antropológicamente estudiados extensivamente,
especialmente sus relaciones con el mundo natural y sus adaptaciones al hábitat
boscoso boreal (Martin, 1978; Steegmann, 1983).
El
Wendigo es también conocido como windigo,
weendigo, windago, windiga, witiko, wihtikow, y otras numerosas
variants como manaha, etc. (Levy, 2013). La criatura (o espíritu)
puede poseer de un humano, o de un monstruo físicamente transformado a partir
de una persona y está partcularmente asociado al canibalismo. La leyenda
del Wendigo o Witiko se inserta en la alarga y venerable tradición de los
monstruos de forma humana, presentes en todas la culturas e incluyendo a seres
tan variados como el Yeti, el Sasquatch, el Hombre Lob y tantos otros (Halpin
& Ames, 1980; Podruchny, 2004). Ya en la Edad Media existían dos escuelas
en relación al significado y origen de estos monstruos: una, derivada de la
antropología humana de San Agustín que consideraba a todas las aberraciones
fisiológicas reportadas, ya sea individuales o de todo un grupo de gentes, como
parte de una diversidad deliberada de la creación en la cual, cada ser racional
es aún descendiente de Adán. La otra tradición pertenece a Europa del norte, es
más tardía e influenciada por fuentes germánicas y desarrolló historias de
humanoides monstruosos que son la corporización de fuerzas malignas. (Jeffrey,
1980).
Existen
numerosas descripciones del Wendigo (Fig. 1B,C), tan variadas como sus fuentes.
Una especialmente detallada es la del Padre Guinard que la obtuvo de indios Tête-de-Boule (Guinard, 1930;
Preston, 1980): “Los witikos son caníbales
solitaries y agresivos, desnudos pero insensibles al frío, con piel negra
cubierta de arena adherida con resina. No tienen labios, poseen grandes dientes
corrompidos, aliento sibilante y grandes ojos inyectados en sangre parecidos a
los de las lechuzas. Sus pies miden más de sesenta centímetros de largo con
grandes talones puntiagudos y un solo gran dedo: así es como aparecen sus
huellas en la arena y la nieve. Los dedos y las uñas son como las garras de los
grandes osos montañeses.La voz es estridente, reverberante y emitida en
aullidos, y su comida es Madera podrida, musgo del pantano, hongos, cadáveres y
carne humana. El witiko tiene extraordinaria fuerza iy es invulnerable. Es un
cazador nocturno de hombres; cuando está cerca, su corazón late con alegría dos
veces más rápido que lo normal sonando como el tamborileo de un urogallo.
Pueden volar y también nadar bajo el agua formando grandes olas para voltear
canoas. Tienen precognición de la laocalización de sus víctimas.”
También
Basil Johnston, un profesor y estudioso ojibwa de Ontario, nos da una
descripción de cómo el Wendigo era visto: “El
Wendigo era delgada hasta la demacración, su desecada piel tirante sobre sus
huesos. Con sus huesos sobresaliendo contra su piel, su complexión del gris
ceniza de la muerte y sus ojos enterrados profundamente en sus órbitas, el
Wendigo se veía como un flaco esqueleto recientemente desenterrado de la tumba.
Los casi inexistentes labios estaban hechos jirones y sangrientos [….] Sucio y
sufriendo de supuraciones de la carne, el Wendigo exhalaba un extraño y eerie
olor de decadencia y descomposición, de muerte y corrupción.”
Los
algonquinos creían que, quienes consumían carne humana estaban en particular
riesgo de convertirse en Wendigos: la leyenda parece haber reforzado el tabú de
la práctica de la antropofagia, que podía no ser raras en esas tierras
inhóspitas donde la escasez de alimentos era recurrente. Por eso, el Wendigo es
frecuentemente descrito en la mitología algonquina como una fuerza balanceadora
de la naturaleza. Todas las culturas en las que aparece el mito del Wendigo
compartían la creencia de que los seres humanos pueden transformarse en
Wendigos si comen carne humana o, alternativamente, ser poseídas por el
espíritu demoníaco del Wendigo, frecuentemente en un sueño. Ya transformada, la
persona se volverá violenta y obsesionada con consumir carne humana. La causa
más frecuente de transformación era si la persona se había vuelto antropófaga
para evitar la inanición hasta la muerte en tiempos de necesidad extrema como
en inviernos duros o épocas de hambruna (Brightman, 1988). Entre las culturas
algonquianas norteñas, el canibalismo, aún para salvar la propia vida, era
visto como un serio tabú: la respuesta correcta a la hambruna era el suicidio o
resignarse a la muerte (Brightman, 1988). En un cierto nivel, el mito del
Wendigo trabajaba como un freno y una advertencia en contra de convertirse en
caníbal: aquellos que lo hiciesen se convertirían ellos mismos en monstruos
Wendigo. Aunque existe una tendencia a asignar sexo masculino al Wendigo,
existen también mujeres Wendigo o “Wendigokwé”
(Kohl, 1860).
Esta
relación entre hambrunas, antropofagia, tabú y Wendigos es reconocida desde
hace mucho tiempo habiendo incluso llevado a antropólogos, psiquiatras y
psicólogos a definir una controvertida “Psicosis de Wendigo” de la que hablaré
en la próxima sección. Dos extraordinarios relatos de viajeros del siglo XIX a
los que tuve acceso relatan algunas de las más extraordinarias historias de
Wendigos y canibalismo entre los algonquinos. Se trata del relato del Capitán
de la marina británica y miembro de la Royal Society, John Franklin (1786-1847)
(Fig. 1D) quien comandó una expedición de cuatro años al Oceáno Ártico entre
1819 y 1822 (Franklin, 1823) y las crónicas de viaje del explorador alemán Johann
George Kohl (1808-1878) al lago Superior en que describe su vida entre los
Ojibwa (Kohl, 1860) (su libro se titula “Kitchi-Gami” que en dialecto ojibwa
significa “Agua Grande”). Ambos viajeros y especialmente Kohl relatan que la
antropofagia no es en absoluto una práctica habitual de los algonquinos aún en
tiempos de extrema escasez de recursos, y que es por el contrario, aborrecida y
condenada socialmente en aquellos casos en que un individuo a sucumbido a ella.
De allí que el mito de una raza de Wendigos o el de la transformación de un
caníbal en uno de estos monstruos, sea con toda probabilidad un constructo
cultural para prevenir una práctica considerada abominable, y que volveremos a
discutir al tratar la Psicosis de Wendigo.
Al respecto es interesante destacar que ya
Franklin (1823) había relatado que los indios algonquinos llamaban
“Windigo-wakon” (traducible como “repollo de Wendigo”) a un líquen que los
canadienses de lengua francesa llamaban (y aun llaman) “tripe de roche”. De
acuerdo a Cocq (1886) la definición es: “Windigo-wakon,
mousse du Windigo; c'est une espèce de fleur noire qui croît sur les pierres;
le dessus est lisse et le dessous est velouté.” En el volumen II de su
monumental tratado de sustancias medicinales, Pereira (1854) refiere que la
“tripe de roche” corresponde a por lo menos cuatro especies de líquenes comestibles
del género Gyropohora (G. proboscidea ƥ árctica, G. hyperborea, G. pennsylvanica y G. Mulhenbergii) (Fig. 1E,F). El poder
nutritivo parece ser muy magro, el liquen es muy amargo y Pereira (1854) cita
la experiencia del propio capitán Franklin y sus compañeros de aventura que
comieron de las cuatro especies en momentos en que pasaban grandes privaciones,
siendo que varios individuos sufrieron severos vómitos y diarreas. Sin embargo,
la “tripe de roche” es aún hoy día listada como planta comestible, por ejemplo
en la enciclopedia de Fernald & Kinsey (2011). Kohl (1860) realiza una
probablemente correcta interpretación de la relación entre el Wendigo y el
Wendigo-wakon. Según él “Sólo aquellos
llevados por la locura del ayuno y la necesidad, la recogen de las rocas y usan
como comida. Los Indios, que como dije, la llaman “Repollo de Wendigo”, parecen
indicar con esto que estos pobres miserables famélicos pueden recurrir a comida
honesta por tanto tiempo como sea posible, y solo descender a las mayores
profundidades de la brutalización cuando esa hierba desaparece.”
(VER FIGURA AL FINAL DEL POST)
Próximo post: TRAS LOS PASOS DEL WENDIGO. PARTE II. LA CONTROVERSIA
SOBRE LA PSICOSIS DE WENDIGO
REFERENCIAS
Brightman RA (1988) The Windigo in the
material world. Ethnohistory 35(4): 337-379.
Chamberlain A.F.
(1900) Some items of Algonkian folk-lore. The Journal of American Folklore 13(51):
271-277.
Cucq J.A. (1886) Lexique de la Lange Algonquine. J. Chapleau, Montréal.
Fernald M.L. & Kinsey A.C. (2011) Edible Wild Plants of Eastern North
America. Dover,
New York.
Franklin J. (1823) Narrative of a Journey
to the Shores of the Polar Sea in the Years 1819, 20, 21, and 22. John
Murray, London.
Guinard J.P.
(1930) Witiko among the Tete-de-Boule, Primitive Man 3:
70.
Halpin M.M.
& Ames M.M. (1980) Manlike
Monsters on Trial: Early Records and Modern Evidence. University of British Columbia Press, Vancouver 6
London.
Jeffrey D.L.
(1980) Medieval monsters. Halpin M.M. & Ames M.M.
(Editors), The Culture-Bound Syndromes:
Folk Illnesses of Psychiatric and Anthropological Interest. Springer,
Dordretch, pp. 47-64.
Jenness D.
(1932) The Indians of
Canada. 7th Edit. The university of Toronto press, Toronto.
Johnston B.H. (2014) http://whisperingdark.wordpress.com/tag/basil-h-johnston/
Kohl J.G. (1860) Kitchi-Gami:
Life among the Lake Superior Ojibway (Wanderings round Lake Superior).Chapman
& Hall, London.
Levy P. (2013) Dispelling Wetiko, Breaking the Curse of Evil. North Atlantic Books, New York.
Llopis
R. (editor) (1969) Los Mitos de Cthulhu. Alianza
Editorial, Barcelona.
Martin C. (1978) Keepers of the
Game: Indian-Animal Relationships and the Fur Trade. The University of
California Press, Berkeley.
Pereira J (1854) The Elements of Materia
Medica and Therapeutics Including Most of the Medicinal Substances in Use in
the Civilized World. Vol II. 3rd Edit. Blanchard & Lea,
Philadelphia.
Podruchny C. (2004) Werewolves and Windigos: Narratives of Cannibal
Monsters in French-Canadian Voyageur Oral Tradition. Ethnohistory 51(4): 677-700.
Preston R.J.
(1980) The Witiko: Algonkian knowledge and white-man
knowledge, in: Halpin M.M. & Ames M.M. (Editors), The Culture-Bound Syndromes: Folk Illnesses of Psychiatric and
Anthropological Interest. Springer, Dordretch, pp. 111-131.
Steegmann Jr.
A.T. (Editor) (1983) Boreal Forest
Adaptations: The Northern Algonkians. Springer,
New York.
Figura 1. A. Algonquinos en un grabado del siglo XVII. B, C. Dos representaciones del Wendigo. D. John Franklin, uno de los primeros exploradores en narrar la leyenda del Wendigo. E. Windigo-wakon, Repollo de Wendigo o Tripe de roche en la representación de Pereira (1854). F. Windigo-wakon al natural.
Muy bueno tovarich, espero ansioso el próximo post, abrazo Nac&Pop
ResponderEliminar